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Esto que voy a escribir es una etapa de mi vida que me marcó, me hizo mucho de lo que soy ahora, ya que como a muchos les ha pasado son decepciones y situaciones que nos hacen ser más fuertes para no morir en el camino. Como no quiero cortar nada, creo que este post estará cortado en varias partes, ya que si lo pongo en uno solo sería muy largo y tal vez un poco tedioso para leerlo.
En 1995, ya había pasado lo de JM (del post titulado “Chimol, el origen”) y no me quedaba más que seguir adelante con la escuela, intentar tener una buena relación con las personas de mi generación en prepa, cosa que me costaba mucho trabajo ya que todos me aburrían de sobremanera y se me hacían patéticos tanto sus comentarios como sus actitudes y sus planes después de la escuela. El único buen amigo que tenía en la prepa era un wey que se llamaba Felipe y creo que él me ayudó mucho a pasar el año ya que él sí era amigo de los de la generación y me jalaba mucho, hizo que no me sintiera tan solo. A JM ya no lo tenía como apoyo en mi vida porque faltaba poco tiempo para que se fuera a vivir a Cuernavaca. Mi hermano había emigrado de escuela y estaba en una en la cual encajaba perfectamente.
Mi amigo Felipe no recibió reinscripción para el período 95-96 ya que había obtenido muy malas calificaciones y lo acusaron de haberse robado varias cosas tanto de la escuela como de bolsas y mochilas de otros compañeros. Así que menos ganas tenía de seguir en esa escuela que de frente son tus amigos pero a tus espaldas dicen que les robaste sus lentes oscuros.
Me empecé a hacer amigo de gente de mi misma generación pero de otras escuelas, con ellos y ellas empecé a sentir de verdad lo que era sentirse aceptado y como parte del grupo, no un arrimado como pasaba con los de la escuela.
Terminó el ciclo escolar 94-95 y JM se fue para siempre, a finales de ese año yo ya me quería cambiar de escuela pero ya se habían pasado los meses de inscripciones y decirle a mis papás que me quería cambiar de escuela hubiera sido cosa de pleito. En el verano de ese año conocí a mucha gente de otras escuelas y me acerqué mucho a 2 amigas, que todavía lo son, que vivían muy cerca de mi casa, eso ayudó a que nos pudiéramos ver durante todo el verano.
Terminó el verano y empezó, al fin, el último año de prepa, soñaba con que terminara el año y poder largarme a hacer lo que quisiera (error porque iba a entrar a la carrera). Pasó el año escolar sin pena ni gloria, me limité a llevar una buena relación con mis compañeros y a sobrellevarlos.
A finales de 1995 yo ya estaba en otro rollo muy diferente al de mis compañeros de la escuela. Yo salía con mis amigos de la otra escuela a todos lados, cumpleaños, inauguraciones, viajes, antros, fiestas, viaje de graduación etc. así que a mis compañeros los veía lo necesario.
Cuando se acercaba el fin de cursos se acostumbraba (no se si siga la tradición) que toda la generación de todas las escuelas se fueran a Ixtapa 5 días, era nuestro esperado viaje de generación al que muchas mamás se oponían y a muchos no los dejaban ir. Después de 3 meses de discusiones mis compañeros y yo nos fuimos.
Como era de esperarse yo estuve con mis amigos de la otra escuela, no con mi generación. Mis amigas me decían que tenía que conocer a su mejor amigo de la prepa, que me iba a caer increíble y que nos íbamos a hacer muy buenos amigos rápido. En Ixtapa nunca pudimos conocernos porque cuando yo salía el no llegaba o estaba enfermo, o si él iba yo estaba en otro antro con otros amigos, el destino no quería que nos conociéramos.
Regresamos todos a México y nunca conocí a este wey. Vino el cumpleaños de D, en mayo, ya había pasado el viaje a Ixtapa, hizo fiesta y fuimos todos, fue ese día (el destino otra vez) el día que conocí a MH. El conocerlo me cambió la vida, entendí porque a todos les caía bien, era el wey más divertido, chistoso, extrovertido, ocurrente, simpático que había conocido.
Tuvimos mucha química, desde el primer segundo que nos conocimos, fue amistad a primera vista y de ahí en adelante empezamos a hacernos más y más amigos cada vez. Fuimos a mil lugares juntos, hicimos muchas cosas padres, fuimos a Cuernavaca, se quedaba en mi casa o yo en la suya, jugábamos juegos de mesa con otras amigas, en fin se convirtió en mi mejor amigo, en mi hermano casi casi.
Llegó la época de graduaciones y primero fue la de mis amigos, obvio fui, no a cenar, pero llegué después a la fiesta a tomar, bailar y pasarla bien con mis verdaderos amigos. A las dos semanas (el 20 de junio para ser exactos) fue mi graduación, no fueron todos mis amigos, pero quien sí fue, fue MH, entre otros. La fiesta estuvo muy divertida y la pasamos muy bien. Cuando la fiesta terminó nos fuimos todos, los de la generación, invitados, colados y demás, a casa de una compañera. MH vivía muy cerca de mi casa pero ese día decidimos que no iba a llevar coche porque se iba a quedar a dormir en mi casa, como lo habíamos hecho varias veces.
Llegamos a mi casa y nos acostamos a platicar, costumbre que ya teníamos, platicar hasta que el sueño nos venciera hablando de todo de la fiesta o de nuestros hermanos o de lo que fuera, en varias ocasiones mi mama entró a callarnos porque nos reíamos muy fuerte o hablábamos a gritos entre risas y carcajadas. Cuando estábamos acostados, ya estaba amaneciendo y me acuerdo perfecto de su cara viéndome fijamente. Lo agarré de la nuca, lo jalé y le di un beso en la boca. Él no se quitó, al contrario me lo respondió y nos besamos durante 1 minuto, el minuto más inesperado y emocionante de toda mi vida. Nos separamos y cada quien durmió en su cama.
Al día siguiente yo no sabía que iba a pasar, me daba terror perder a mi amigo, lo quería demasiado, se había convertido en una parte muy importante de mi vida en muy poco tiempo. Pero para nuestra tranquilidad las cosas estaban bien entre los dos. En cuanto los dos despertamos lo único que pudimos hacer fue abrazarnos, decirnos que nos queríamos mucho y nos volvimos a besar. Fue aquí cuando me di cuenta lo que era el verdadero amor, la necesidad de estar con alguien, de verlo todos los días y de estar juntos aunque sea para ver televisión. Supe que JM había sido un capricho, una necesidad de apoyo que no tenía en la escuela, unas ganas de ver a alguien como algo más. Esto sí era el verdadero yo y juré que nunca iba a dejar de sentir ese sentimiento tan bonito por MH. Me enamoré como un imbécil.
Pasaron los días y nos seguíamos viendo, nosotros solos o con otros amigos y amigas, pero intentábamos escondernos para darnos aunque sea la mano o un beso. Era una sensación diferente, era un rush que no había vivido nunca. Decidimos formalizar lo nuestro, convertirlo en “una relación” oculta, pero al fin y al cabo una relación. Decidimos que nuestro día de empezar a contar tenía que ser el 20 de junio ya que fue el día que nació algo más allá de la amistad.
Empezó todo muy bien, pasaron los días, lo empecé a ver como parte de mi vida, como la persona con la cual quería vivir siempre, por la cual lucharía contra todo, contra el cristianismo de mi mamá, el machismo de mi papá, las críticas de los amigos, contra su propia familia si era necesario. Decidí que este era el carro al que me quería subir y que nadie me podía bajar mientras tuviera el cariño y el amor de MH.
Pero la vida me traería muchas vueltas, muchas subidas y bajadas que nunca esperé, muchos obstáculos que pudimos esquivar, pero muchos que nos hicieron caer y que nos hicieran dudar uno del otro.
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